martes, 23 de junio de 2009

Una de miedo

De las primeras cosas que hicimos en el piso fue proyectar "Los Sin Nombre", una de las primeras películas de Balagueró. Decían que daba mucho miedo, y que había que verla. Afortunadamente para Balagueró y desgraciadamente para los miedicas, la experiencia es un grado.
Las pelis de miedo me dan mucho miedo, sobretodo si hay japoneses bajitos. En todas las películas japonesas de miedo que he visto, o el niño es un fantasma cabrón o está atrayendo a los fantasmas cabrones. Son un mal negocio los mires como los mires.
El piso en este momento está lleno de cajas, botes y escaleras y de los resultados del síndrome de Diógenes de Víctor. Es el típico sitio que da mal rollo si te quedas solo después de ver una de esas pelis. O si te quedas solo pintando, para qué engañarnos. Ya han pasado algunas cosas raras y sospechosas, y empiezan a ser demasiadas.
Un día estábamos los tres en el comedor, discutiendo sobre el sentido de la existencia, cuando, de repente y sin preaviso, se encendió la luz de lo que algún día será mi habitación. Reímos un poco, hicimos hipótesis sobre el interruptor rebelde, y enviamos a Víctor a apagarlo. Volvió más o menos bien, como de costumbre. Algo pálido.
Al cabo de unos días vencí el miedo y me decidí a volver. La casa desplegaba la actividad habitual, así que estaba vacía. Nadie en ningún lado. Me cambié de ropa, busqué los aparejos de pintura y, al pasar junto a la minicadena, se encendió. Sin provocarla ni nada, por sí misma. Hacía semanas que no funcionaba. Sonaban Los Cuarenta Principales.
Evidentemente, no he vuelto a acercarme a la minicadena. Desde entonces escucho la radio del móvil, o le hago reproducir algún programa bajado de Internet. El acuerdo funcionó durante unos días: yo no tocaba el interruptor satánico ni la minicadena autoencendible y ellos no me proporcionaban sustos. Hasta que llegó el día en que empecé a pintar de rojo sangre la pared de una habitación. De fondo tenía el móvil con un programa de historia. Algo sobre faraones y momias. Brochazo, extensión, cobertura, uniformidad. Era una pintura espesa, que goteaba lentamente pero con tenacidad. Una de las veces que cogí el mocho para fregar las gotas de sangre del suelo, el móvil se quedó mudo por un instante, hubo un golpe de aire y, con claridad, un grito atravesó la habitación:

- ¡Señooooooora!

Para una vez que me toca tener un fantasma, me sale rana. Vamos a ver: soy un hombre; gritarme "¡Señooooora!" no es adecuado en casi ningún idioma. En cualquier caso, me habría gustado ver cómo continuaba la conversación: "¡Venga, señora! ¡Que tengo unos boquerones fresquísimos!" ¿Qué tipo de ectoplasma se manifiesta diciendo "Señooora"?
Si vamos a tener entes paranormales en casa, exijo seriedad. Y que dejen en paz a mi móvil, que me costó una jartá de puntos Vodafone.



 

4 comentarios:

  1. Pregúntale a Victor su incidente con la luz del lavabo y los azulejos del baño caídos. Yo no quiero decirlo, pero ahí tenéis algo raro. Y mira que no quería decirlo, pero ahí hay "algo" raro.

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  2. Corroboro que la radio, se enciende sola cuando le apetece, yo tb he sufrido de estos sospechosos ataques.

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  3. Os voy a presentar las 3erres (que se aprenden en primaria): REDUCIR, REUTILIZAR y RECICLAR.Lo mio es ecologismo, nada de sindrome de diogenes...

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  4. Lo sospechoso es que se encienda y suenen los 40 principales... aix!

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