martes, 16 de junio de 2009

De jabones y hombres

El primer electrodoméstico que tuvimos en casa fue una máquina para cocinar perritos calientes. Comprada en una tienda de restos de serie por un precio ridículo. En la tienda un cartel decía que obtenían los productos de embargos y subastas, quiebras y concursos de creditores. Lo mejor de cada casa.
Cuando entré a pedir la máquina de los perritos la dependienta pareció asustarse por un momento. No debe estar acostumbrada a tener clientes, la mujer. Se sobrepuso enseguida y el resto de la transacción lo hizo como si encontrara normal que alguien comprara una máquina para cocer perritos calientes. Muy profesional. Tuve la impresión de estar comprando pornografía de alguna parafilia extraña en un sex-shop: "Tranquilo, tío: si supieras la cantidad de personas que se excitan viendo atunes, alucinarías. Disfruta de tus pescados. Vuelve cuando quieras".
Ahora estamos recibiendo aparatos más prosaicos y con menos glamour tales como la lavadora, el frigorífico y el lavavajillas. En general todos hacen lo que dicen que hacen, con algunas sutilezas. La máquina de cocinar perritos calientes cocina perritos calientes, la lavadora lava y el frigorífico refrigera.
Pero ahí tenemos el lavavajillas, que por el nombre suponemos que debe lavar vajillas pero que todavía no ha dado muestra alguna de vida. Es como si estuviera de vacaciones. No hay manera. Tardamos un par de días en descubrir que hay que enchufarlo, pero ni así. Hay dos cosas que me desconciertan:
  1. La pantallita sólo se enciende al apretar combinaciones crípticas de botones cuando la puerta está abierta. No con la puerta cerrada. Jamás. Si la puerta está cerrada, estás intentando cobrar un cheque barrado en un banco equivocado, en metálico, un lunes por la tarde.
  2. Antes de intentar siquiera ponerlo en marcha tienes que tener muchos productos arcanos: jabón, agua, sal y abrillantador. Mi abuela ni tan siquiera tenía estropajo. Pero si no los pones el lavavajillas no es que siga sin funcionar (como antes), sino que además te mira mal y envía SMS a sus colegas: "Sí, tío: ¡sin abrillantador! Estos tipos son la hostia".
El otro día Víctor me contaba su última experiencia: "Hasta llegué a mirar el manual. El hijo de puta no se dejaba. Cada vez que daba a los botones y cerraba la puerta, el cabrón se ponía a pitar. Piiiip. Piiiip. Piiiiip. Y otra vez: abre la puerta, mira el manual, aprieta botoncitos y cierra la puerta. Piiiip. Piiip. Piiiip. Mamón. Con lo contento que estaba con nuestra lavadora a prueba de idiotas, viene el puto lavavajillas y lo jode. Total, más de media hora probando combinaciones: una, la otra y otra más. Hasta que, no sé por qué, cerré la puerta y no se quejó. Parecía que se estaba preparando. Fue maravilloso. Esperé unos segundos, porque no me lo creía, y al final me convenció. No se quejaba; no había errores raros. Me dio un subidón y empecé a bailar por la cocina, feliz: tchum... tchumm.. yep... yep... ¡yihaaaa! tchum... tchumm.... Piiiiiip. Piiiiiip. Piiiip. Piiiiiiip. Piiiip. Piiiiiip. La felicidad duró 15 segundos. Odio a este lavavajillas. Todavía no sé cómo funciona".


Nota al pie: Quiero agradecer a Meritxell Gil que se pasara a saludar por la entrada en la que hablamos de su libro. También aprovecho para deciros que esta semana estoy escuchando sin parar el primer disco de Scarlett Johansson, gran actriz y mejor persona, y que no os lo podéis perder. Id hoy a la tienda, comprad quince o veinte, quedaos uno y regalad el resto a vuestros familiares y amigos. Es excelente, de verdad.
(Scarlett, la pelota está en tu tejado)


 

3 comentarios:

  1. ...años más tarde...
    Hoy 16 de junio de 2028 el lavavajillas ha triunfado:
    *Javi perdió una mano y varios dedos de la otra al gangrenarsele.Intentó acumular los platos de 3 meses creyendo que se los haría lavar, nunca lo consiguió. Se vio obligado a hacerlo a mano, a partir de la novena hora lavando ocurrió la desgracia.
    *Jordi fue internado en el sanatorio de Santa Quemola de Gromenaguer, todavia dice oir aquellos diabolicos pitidos.
    *Víctor murió de una descarga eléctrica que le propinó el mardito cacharro, tuvieron una pelea física y gano la máquina.

    ResponderEliminar
  2. Víctor! Será la izquierda, no? Bueno, es igual: soy ambidiestro! ;-)

    ResponderEliminar
  3. Jajajaja que bueno!! Pues nosotros siempre tiramos más por lo minimalista: tenía un compañero que se compró una sandwichera y el trasto ese daba para todo: el tío ahí se hacía unos filetes de ternera la ostia de ricos. El olor a sangre i carne refrita sin aceite se olía en todas las habitaciones… mmmm… Era como volver a los estadios carroñeros de la evolución humana.

    Yo hace un tiempo (bueno no tanto, como unos 5 meses) que tengo lavavajillas y he llegado a la conclusión que hay un complot conspiranoide que presiona a las empresas fabricantes para que no haga diseños útiles y prácticos. Estoy segura, y de hecho tengo pruebas, que ese grupo-complot está liderado por un montón de madres resentidas por todos los platos que nosotros hemos ensuciado y que ellas han tenido que limpiar a mano dejándose carísima manicura francesa. Es su venganza!!

    O eso, o es que los fabrican mal. Si no, ¿por qué a los 6 meses de uso empiezan a acumular toda clase de mierda imposible de limpiar que te deja los platos peor de si hubieran cenado ahí un gorila?

    ResponderEliminar