viernes, 26 de junio de 2009

Organización

Uno de los problemas más importantes que nos estamos encontrando en casa es la falta de organización, triste pero cierto. Hay temas que nos son bastante secundarios, la compra de comida cuando no hay nadie para comérsela, la falta de cerveza cuando si hay gente sedienta, nos faltan platos y nos sobran vasos, ni hablar de los cientos de cuchillos de cocina que parecemos faquires más que ingenieros... cosas de estas.
Pero hay un tema que a todos nos preocupa mucho más, la organización de la nocturnidad. A falta de unas habitaciones en condiciones, las posibles ubicaciones nocturnas son limitadas. Imaginemonos que por una coincidencia de la vida una noche de estas por fin cae la chica esta que llevabas tiempo rondando... fantástico, espectacular, estas euforico, buah eres el puto amo, rebosante de optimismo y preveiendo una noche grandiosa la invitas a hacer la “última en casa” ella acepta, esto va viento en popa, la llevas a tu nuevo “palacete” en reformas, pensando que al menos te quedan los sofás... imaginaros la cara que puso ella cuando a las cinco de la mañana se encuentra a uno de tus compañeros de piso, durmiendo espachurrado por el sofá, solo cubierto por una especie de pantalón-calzoncillo-taparrabos, allí, tan feliz, dormidito cual bebé el cabronasso y con indicios de roncar... eso es un destrempe y lo demás son tonterías.
No os penséis que el tema acabó aquí, me presento el domingo siguiente a la una del medio día, a ver si enyesaba un ratito y que me encuentro? Al mismo impresentable, en la misma posición, con la misma cosa tapándole las vergüenzas... al oirme decidió que era buena hora para levantarse. Pero claro no podía permitirme conseguir mis objetivos como ya hizo horas antes. Esta vez por eso, no fue tan duro el ataque, cuando le comente de ponernos a pintar o algo productivo, sugirió abrir unas cervecitas y ver la formula 1, por segunda vez en 8 horas me vi obligado a renunicar mis planes.

Que no digo que no sea culpa de nadie, solo que en esta casa hace falta organización.

martes, 23 de junio de 2009

Una de miedo

De las primeras cosas que hicimos en el piso fue proyectar "Los Sin Nombre", una de las primeras películas de Balagueró. Decían que daba mucho miedo, y que había que verla. Afortunadamente para Balagueró y desgraciadamente para los miedicas, la experiencia es un grado.
Las pelis de miedo me dan mucho miedo, sobretodo si hay japoneses bajitos. En todas las películas japonesas de miedo que he visto, o el niño es un fantasma cabrón o está atrayendo a los fantasmas cabrones. Son un mal negocio los mires como los mires.
El piso en este momento está lleno de cajas, botes y escaleras y de los resultados del síndrome de Diógenes de Víctor. Es el típico sitio que da mal rollo si te quedas solo después de ver una de esas pelis. O si te quedas solo pintando, para qué engañarnos. Ya han pasado algunas cosas raras y sospechosas, y empiezan a ser demasiadas.
Un día estábamos los tres en el comedor, discutiendo sobre el sentido de la existencia, cuando, de repente y sin preaviso, se encendió la luz de lo que algún día será mi habitación. Reímos un poco, hicimos hipótesis sobre el interruptor rebelde, y enviamos a Víctor a apagarlo. Volvió más o menos bien, como de costumbre. Algo pálido.
Al cabo de unos días vencí el miedo y me decidí a volver. La casa desplegaba la actividad habitual, así que estaba vacía. Nadie en ningún lado. Me cambié de ropa, busqué los aparejos de pintura y, al pasar junto a la minicadena, se encendió. Sin provocarla ni nada, por sí misma. Hacía semanas que no funcionaba. Sonaban Los Cuarenta Principales.
Evidentemente, no he vuelto a acercarme a la minicadena. Desde entonces escucho la radio del móvil, o le hago reproducir algún programa bajado de Internet. El acuerdo funcionó durante unos días: yo no tocaba el interruptor satánico ni la minicadena autoencendible y ellos no me proporcionaban sustos. Hasta que llegó el día en que empecé a pintar de rojo sangre la pared de una habitación. De fondo tenía el móvil con un programa de historia. Algo sobre faraones y momias. Brochazo, extensión, cobertura, uniformidad. Era una pintura espesa, que goteaba lentamente pero con tenacidad. Una de las veces que cogí el mocho para fregar las gotas de sangre del suelo, el móvil se quedó mudo por un instante, hubo un golpe de aire y, con claridad, un grito atravesó la habitación:

- ¡Señooooooora!

Para una vez que me toca tener un fantasma, me sale rana. Vamos a ver: soy un hombre; gritarme "¡Señooooora!" no es adecuado en casi ningún idioma. En cualquier caso, me habría gustado ver cómo continuaba la conversación: "¡Venga, señora! ¡Que tengo unos boquerones fresquísimos!" ¿Qué tipo de ectoplasma se manifiesta diciendo "Señooora"?
Si vamos a tener entes paranormales en casa, exijo seriedad. Y que dejen en paz a mi móvil, que me costó una jartá de puntos Vodafone.



 

jueves, 18 de junio de 2009

Ensalada de Cangrejo o como luchar contra los elementos

El otro fin de semana fue muy, por decirlo de alguna manera, hogareño. Llegó el Sábado, compré alguna que otra cosilla para comer y hermité hasta el domingo por la tarde. Me parece que ha sido de las pocas veces que ha entrado comida, propiamente dicho, en el piso. Y por comida no entendemos patatas fritas, ni coca colas, ni ganchitos, ni mejillones en escabeche. Bueno, aceptamos los mejillones en escabeche como comida. Pero el resto no!

Cuando llegué al piso, y como ya es costumbre, me saludaron los platos amontonados en la mesita del comedor. "Hola Javi, porqué no nos limpias? Ya llevamos tres días aquí". Lo cierto es que como tampoco estamos viviendo, cuando nos vamos del piso, a veces en estados impensables e indescriptibles, pues todo se queda como está. Suerte del interruptor general, que lo deja todo bien apagadito (menos la cocina).

Al entrar en la cocina todo era alegría y algarabía. La cacerola tirándole los trastos al rallador, el cubo de la basura bailando clacké, las cucharas se habían montado un grupo de percusión con las ollas y sartenes y el microondas le lanzaba besitos a la nevera. Verlo para creerlo.

Una vez se consiguió imponer orden en la cocina, me dispuse a cocinar lo que había comprado. Materiales de los que disponía:
  • Lomo
  • Palitos de cangrejo
  • Nata
  • Huevos (2, y no quiero ninguna broma)
  • Pimienta Verde
  • Mayonesa
Llegados a este punto podía hacer dos cosas: Un poti poti de todo y que salga lo que el Dios Adrià quisiera, o caer en recetas clásicas, conocidas y no arriesgar mucho. Ensalada de cangrejo y lomo a la pimienta verde.

Pongo la receta, por si alguien se anima con los dos platos más difíciles de la cocina mediterránea.
Ensalada de cangrejo: Palitos de cangrejo, Huevo (endurecido) y mayonesa. Se pica todo, se mezcla y se deja enfriar. Uau, qué chungo.
Lomo a la pimienta verde: Se hace el lomo, se rebaja la nata con la pimienta y se termina de hacer el lomo en la salsa. Uau, qué chungo.

¿FSM recién levantado o ensalada de cangrejo pocha?


La próxima vez a ver si me atrevo con las fresas con nata, que he visto por ahí que tienen su complicación.


[Nota al pie: Meritxell, me uno a los agradecimientos de Jordi y te invitamos a hacer un café y charlar del libro. Scarlett, yo tb he escuchado el disco y estoy seguro que en directo suena mejor. Te invitamos a un café y luego ya veremos qué hacemos.]



martes, 16 de junio de 2009

De jabones y hombres

El primer electrodoméstico que tuvimos en casa fue una máquina para cocinar perritos calientes. Comprada en una tienda de restos de serie por un precio ridículo. En la tienda un cartel decía que obtenían los productos de embargos y subastas, quiebras y concursos de creditores. Lo mejor de cada casa.
Cuando entré a pedir la máquina de los perritos la dependienta pareció asustarse por un momento. No debe estar acostumbrada a tener clientes, la mujer. Se sobrepuso enseguida y el resto de la transacción lo hizo como si encontrara normal que alguien comprara una máquina para cocer perritos calientes. Muy profesional. Tuve la impresión de estar comprando pornografía de alguna parafilia extraña en un sex-shop: "Tranquilo, tío: si supieras la cantidad de personas que se excitan viendo atunes, alucinarías. Disfruta de tus pescados. Vuelve cuando quieras".
Ahora estamos recibiendo aparatos más prosaicos y con menos glamour tales como la lavadora, el frigorífico y el lavavajillas. En general todos hacen lo que dicen que hacen, con algunas sutilezas. La máquina de cocinar perritos calientes cocina perritos calientes, la lavadora lava y el frigorífico refrigera.
Pero ahí tenemos el lavavajillas, que por el nombre suponemos que debe lavar vajillas pero que todavía no ha dado muestra alguna de vida. Es como si estuviera de vacaciones. No hay manera. Tardamos un par de días en descubrir que hay que enchufarlo, pero ni así. Hay dos cosas que me desconciertan:
  1. La pantallita sólo se enciende al apretar combinaciones crípticas de botones cuando la puerta está abierta. No con la puerta cerrada. Jamás. Si la puerta está cerrada, estás intentando cobrar un cheque barrado en un banco equivocado, en metálico, un lunes por la tarde.
  2. Antes de intentar siquiera ponerlo en marcha tienes que tener muchos productos arcanos: jabón, agua, sal y abrillantador. Mi abuela ni tan siquiera tenía estropajo. Pero si no los pones el lavavajillas no es que siga sin funcionar (como antes), sino que además te mira mal y envía SMS a sus colegas: "Sí, tío: ¡sin abrillantador! Estos tipos son la hostia".
El otro día Víctor me contaba su última experiencia: "Hasta llegué a mirar el manual. El hijo de puta no se dejaba. Cada vez que daba a los botones y cerraba la puerta, el cabrón se ponía a pitar. Piiiip. Piiiip. Piiiiip. Y otra vez: abre la puerta, mira el manual, aprieta botoncitos y cierra la puerta. Piiiip. Piiip. Piiiip. Mamón. Con lo contento que estaba con nuestra lavadora a prueba de idiotas, viene el puto lavavajillas y lo jode. Total, más de media hora probando combinaciones: una, la otra y otra más. Hasta que, no sé por qué, cerré la puerta y no se quejó. Parecía que se estaba preparando. Fue maravilloso. Esperé unos segundos, porque no me lo creía, y al final me convenció. No se quejaba; no había errores raros. Me dio un subidón y empecé a bailar por la cocina, feliz: tchum... tchumm.. yep... yep... ¡yihaaaa! tchum... tchumm.... Piiiiiip. Piiiiiip. Piiiip. Piiiiiiip. Piiiip. Piiiiiip. La felicidad duró 15 segundos. Odio a este lavavajillas. Todavía no sé cómo funciona".


Nota al pie: Quiero agradecer a Meritxell Gil que se pasara a saludar por la entrada en la que hablamos de su libro. También aprovecho para deciros que esta semana estoy escuchando sin parar el primer disco de Scarlett Johansson, gran actriz y mejor persona, y que no os lo podéis perder. Id hoy a la tienda, comprad quince o veinte, quedaos uno y regalad el resto a vuestros familiares y amigos. Es excelente, de verdad.
(Scarlett, la pelota está en tu tejado)


 

miércoles, 10 de junio de 2009

Matadlos a todos

El cesto de la ropa sucia (de IKEA) ha sido la causa de nuestra primera discusión seria. No daré nombres, pero una de las facciones opina que es pequeño y la otra opina que cuando esté lleno seguramente será un buen momento para poner una lavadora.
Normalmente cuando tres tíos adultos, tripudos y peludos se gritan con una cerveza en la mano suelen estar hablando de fútbol. Así que sorprende ver cómo una de estas conversaciones se acaba con un "¡No pienso poner mis tangas con vuestros calzoncillos!".
El tema fue zanjado en seco y no se ha vuelto a plantear, pero como resultado del enfrentamiento (especulo), esta semana tenemos escasez de platos (quedan cuatro) y ha habido un alarmante aumento en el número de cuchillos que hay en casa. La mayoría grandes y sólidos, nuevos, de buen filo. También hay uno pequeño al que al parecer llaman "puntilla", que tampoco me da buena espina. Tiene una mirada siniestra.
Así que he decidido prepararme: esta semana estoy leyendo "Cómo llegué a odiar a mis compañeros de piso", de Meritxell Gil, editado por Diavolo. Instructivo. Muy instructivo. Le he escrito un mail, pidiéndole la segunda parte: "Cómo llegué a deshacerme de mis compañeros de piso".
Si vis pacem, para bellum. No te digo na y te lo digo to.
Voy a ver Dexter.



 

lunes, 8 de junio de 2009

¿Y de qué escribo yo ahora?

Uno de los principales problemas que tiene el llevar un blog, es la temática sobre la que escribir. A parte, hay varios problemas más, como el tener internet ó un sitio donde conectarte, ganas, y sobretodo tiempo. Vale que alguno dirá "si tienes tiempo para [XXX], también tienes tiempo para el blog". Y cuando pongo [XXX] es una acción aleatoria, que no tiene porqué ir vinculada a la pornografía ni a cochinadas varias.

Sobre la temática, podría dejar grabadas en piedra las mil experiencias previas a la inauguración del piso. Inauguración, que aún no se ha llevado a cabo, principalmente porque no nos hemos ido a vivir aún. Hemos visto películas, fumado, bebido, comido, cocinado, incluso nos hemos duchado. A tres tiempos. SEPARADOS.

Pero lo que se dice instalarnos completamente... Primero hay que acabar el piso, y es algo que en estas fechas, con don Lorenzo azotando "tol día", la verdad es que no hay muchas ganas.

En fin, que este post no es un "venga, vamos a escribir algo". O si.